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Casi al final de la novela, Julio Llamazares nos desvela que hay "Distintas formas de mirar el agua". A través de un personaje entrañable, Agustín, que parece sacado de las alforjas de Faulkner, aunque sin la dureza acre del norteamericano. En el monólogo que corresponde a este personaje con el que cierra prácticamente la novela, Agustín nos revela lo que su padre le enseñó sobre las maneras de mirar el agua: "Unos lo único que ven en ella es su interés, si les sirve para beber o para regar las tierras, para venderla en garrafas...mientras otros la miran sin fijarse en ella... Nosotros no podemos contemplarla sin respeto después de lo que nos supuso (la construcción de un pantano que anegó y sumergió el pueblo donde vivían y las obligó a mudarse a un pueblo nuevo cercano) ni despreciarla como hacen otros, esos que la malgastan sin darle uso porque no saben lo que cuesta conseguirla". Y más tarde, "...pues toda el agua del mundo está comunicada entre sí, desde los ríos a los neveros de las montañas y desde estos a los océanos...tiras una piedra a un canal de riego y la onda que se forma se multiplica recorriendo todas las aguas del mundo, desde España hasta América y desde América al Japón". Un mensaje de respeto ecológico y de profético sentido común con el que Llamazares cierra una novela redonda. Dieciséis monólogos evocativos para los miembros de una familia que acude al pueblo para aventar las cenizas del patriarca, un hombre duro, recto y sensato.
Todos los personajes van dejando manar sus pensamientos (el flujo de conciencia al modo Joyce o Virginia Woolf o, puestos a ellos, a Benet) en los que se reflejan las actitudes, los problemas, los avatares de cada uno de ellos integrándose como un caleidoscopio en un panorama común donde el agua tiene un papel primordial como telón de fondo de esas personas que vivieron el destierro o lo aceptaron como un legado de la memoria familiar. Y. claro, todos ellos tienen una forma diferente de mirar el agua, metáfora de la existencia, con su lógico y peculiar vocabulario según las edades, el sexo, las experiencias y los desengaños. La complejidad literaria articulada con un lenguaje directo y sencillo (no simple), que se impregna de la melancolía y la tristeza que evoca el paso del tiempo y el fin de los sueños.
FICHA
DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA.- Julio Llamazares.- Ed. Alfaguara.- 187 págs.- 17,50 euros
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