Tener dos hijas profesoras de instituto tiene sus compensaciones. Una de ellas es darme motivos múltiples y variados de reflexión sobre los problemas que el enclaustramiento vírico ha creado en la comunidad de la enseñanza, desde la primaria, a los institutos y la Universidad. De ahí que pienso que la pandemia y el subsiguiente y obligatorio confinamiento, está poniendo en solfa a tres de las cuatro patas de la educación, que son a mi entender, el modelo educativo, el profesor, el alumno y su familia. Ustedes pensarán, "por si fuera poco con los problemas que nos ha traído el virus, el de salud, el económico, el laboral y el socio-familiar, ahora nos viene éste con el de la educación".
Permítanme que les apunte una visión complementaria del problema, ligeramente sarcástica. Justamente es la educación la madre del cordero: ella sola se merece un trato de especial consideración, mimo y responsabilidad. La educación es la semilla que bien plantada, regada y cuidada crea buenos médicos, investigadores, políticos, técnicos. Pero sólo con la condición de que tal educación sea técnicamente irreprochable y humanísticamente correcta y creativa. Para ello hay que tener en cuenta que los maestros de esos profesionales han de ser buenos pedagogos, libres, abiertos, responsables y empáticos, sin ajustarse a planes rígidos y capaces de estimular la imaginación, la creatividad y la responsabilidad de sus alumnos. Sigamos con el arco social de la excelencia educativa: las personas que han recibido tal formación pueden circular mejor por los caminos complejos de la economía y el mundo del trabajo, no engañan ni se dejan engañar, pues al mismo tiempo que su profesión aprendieron la ética que la regula (o, ay, debería inspirarla). Y esas personas, gracias a una educación que no termina en la universidad con el título en el bolsillo, sino que es permanente en la vida humana, (pues la enriquece en forma de cultura y comprensión y solidaridad con el prójimo), posiblemente sean capaces de articular relaciones personales y sociales basadas en criterios más sólidos que el interés propio, el beneficio fácil o la explotación de los otros. Y formar familias donde la educación y la cultura se consideren como un privilegiado modo de ser mejor persona. ¿Queda claro que la educación no es un tema secundario y mucho menos banal? Así que, ¿porqué no proponemos la enseñanza como uno de los pilares del cambio social, aprovechando el "reset" de la pandemia?
ALBERTO DÍAZ RUEDA