En lo últimos meses he escrito varias veces sobre el “poder femenino” en términos de política internacional y en concreto en las respuestas a la pandemia en algunos países gobernados por damas. Evidentemente hay de todo (sólo hay que recordar, por poner un ejemplo cercano, a la señora que gobierna la Comunidad de Madrid), pero ciertas reflexiones y lecturas últimas me están reafirmando en una opinión que mantengo desde hace años: el potencial de gestión, comunicación y firmeza, honestidad y transparencia de las mujeres en cuestiones públicas o empresariales es de una solidez evidente en los pocos casos en los que se les deja ejercer. Usar la lógica y la razón –incluso la empatía- en modelos de relación política, económica o empresarial en lugar de algunos valores masculinos de rancio sabor a testosterona, es algo que seguramente hubiera cambiado la historia sangrienta de la Humanidad desde que los homínidos se creyeron los reyes del planeta (en la mesa de negociadores tras la I Guerra Mundial no hubo ni una sola mujer: quizá por eso tuvimos una II GM).
Recuerdo una cita de la poetisa George Eliot (Mary Ann Evans) que evoca a las mujeres ocultas por las circunstancias que, desde el silencio y a veces del desprecio, han hecho avanzar muchos aspectos de nuestra cultura dominada por el cada vez más resquebrajado poder absoluto masculino y patriarcal. “Que el bien siga creciendo en el mundo/ depende en parte de actos no históricos/ y que las cosas no salgan tan mal entre nosotros como podría haber sido/ se debe en parte a aquellos que vivieron fielmente/ una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita”.
El director de la “Global Government Forum” confirma que de los 193 países de la ONU, solo 21 tienen una dirigente y que el 40 % de las mejores políticas frente al Covid es en países con mujeres en el poder. Y predice: “a medida que elevemos ese 11% de mujeres al mando en el estado, hasta un 50% por ejemplo, el mundo será más seguro y se priorizará la educación, la salud y la protección del medio ambiente frente al empleo de la fuerza para resolver problemas y las estrategias militares de dominio”.
El Banco Mundial ha verificado que las empresas dirigidas por mujeres obtienen más rentabilidad y estabilidad. Y menos tendencia a la corrupción. Y se trata de unos sistemas políticos en el mundo, con excepciones, que siguen considerando a la mujer como ciudadana de segunda categoría (o sin categoría alguna, los más miopes). ¿No es hora de cambiar eso?
ALBERTO DÍAZ RUEDA