Dia soleado aunque frío, el viento soplaba con fuerza y en el collado de Eres, junto a las Rocas Cambretes, paso obligado para llegar al paso de la Mala Dona, vertical acceso al Montsagre, las rachas frías y ululantes comprometían el equilibrio, en ese lugar, básico. Ha sido una mañana hermosa, recorriendo el PR que atraviesa la cordillera, con Horta de San Juan a la derecha, Cretas en el centro, Arnes a la izquierda y allá a los lejos Vallderrobres.
A medio día, bajo el sol, buscando su calor en la planicie interior del Montsagre, mientras comía un par de piezas de fruta y las cabras salvajes cruzaban a menudo sobre el barrancal frontero, pensaba en la vacuidad, ese enorme silencio interior buscado por la mayoría de las disciplinas espirituales, y comprendía que la brecha absoluta que se crea en la mente del meditador apunta de forma directa e inevitable hacia la conexión más íntima con todo lo que existe. Cuando se logra esa sensación de vacío, nos sentimos en contacto de forma esencial con la existencia, no sólo lo más cercano, también lo lejano e incluso lo que rechazaríamos por ser contrario a nosotros.
Octavi Serret, mi librero, me ha enviado el libro "Libertad" de Jonathan Franzen, una novela que está levantando de entusiasmo a la crítica norteamericana e inglesa. De momento sigo con el "Yo confieso" de Jaume Cabré. Dos volúmenes especialmente generosos en número de páginas. Deberé dedicarles tiempo y espacio. Resulta chocante después de tanto reflexionar sobre la vacuidad.
Se publica un poemario póstumo de mi entrañable amigo Carlos Nadal. Le echo de menos. Era un alma libre, de inteligencia y sensibilidad poco comunes. Hubiera disfrutado con mis aventuras. Todas ellas. Vivía las montañas y los senderos por delegación. Cuando le contaba mis caminatas, las externas y las internas -espirituales o psicológicas- , le brillaban los ojos y rejuvenecía veinte años. Entonces parecíamos gemelos.
Fue uno de los personajes reales pero "disfrazados" de mi novela "La mujer de arena" y, años antes, también salió como personaje entrañable pero secundario en "Cualquier dia en la ciudad". Fue mi jefe respetado y carismático durante casi treinta años en la sección de política internacional de mi periódico. Mentor y sabio protector de quien esto suscribe, ha dejado una huella imperecedera en mi corazón. Te adivino en charla eterna y sosegada, siempre profunda pero atravesada de las chispas de tu humor, rodeado de ángeles que escuchan y debaten al anciano irónico y tierno en que te habías convertido, Carlos, mi amigo, mi hermano...
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