llueve en Barcelona. Un mundo gris con brillos de azogue se desparrama por la ciudad. Anhelo que las nubes negras, el cielo plomizo, la lluvia casi siempre benéfica, viaje al Matarraña, mi otra patria, en donde las montañas, los valles, los campos, los árboles, las cosechas viven una sed casi secular y en estos días son pasto del polvo y la sequedad, un paisaje castrado de verdes desvaidos y piedras calcinadas. El agua es vida, aunque a veces irrumpa como una plaga bíblica en las tierras devastadas por el sol y el viento seco. No es bueno transitar entre excesos opuestos.
Leo "Donde se guardan los libros" de Jesús Marchamalo, que edita Siruela. Un viaje a las bibliotecas personales de escritores como Vargas Llosa, Pérez Reverte, Savater, Mateo Díez, Javier Marías...Reconforta la fraternidad que crea estas páginas, el mundo gozoso y cálido de los "lletraferits".
Lola Masana me dedica, cariñosa, el libro póstumo de su marido, Carlos Nadal, gestionado por esa mujer entusiasmada con la obra desconocida que ha heredado. La obra de un poeta oculto, secreto, discreto y humilde. Muchos de los poemas publicados los leí hace años, compartiendo casi en exclusiva la vocación oculta de un periodista sabio y profundamente humano.
Rodeado del sonido jubiloso de la lluvia, en soledad, leo ambos libros, intercalando al canto a los libros con el susurro del poeta. Placer de dioses.
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